Punto de fuga en la palma de la mano.


Me llaman la atención los universos internos,
esos mundos pluriformes, iridiscentes, trascendentes.
Esos mundos que son capaces de dejar huella en el universo cero,
y rompen paredes imposibles ante los ojos de la gente.

Me llaman la atención los corazones color mate,
que cargados van con efectos de pasados turbios,
corazones humanos y llenos de hendiduras,
Que se aprecian mejor reparados que impolutos.

Me agradan las emociones que se entienden a sí mismas,
esas que entienden que son efecto y no causa,
esas que saben aprovechar el momento que pasa,
para guardarse inermes ante la ingenuidad del caos.

Me gustan los puntos de fuga que relucen en lo oscuro,
que son faro guía de una causa difusa,
Estrellas fulgurantes que dan fuerza a la amargura,
ante el flaqueo de cien mil esfuerzos llenos de dudas.

Me gusta la sonrisa que retumba con fuerza,
y se curva en los ojos de quien la porta,
porque son aquellas valientes emisiones del alma,
las que endulzan los miedos y disipan la lluvia.

Me ilusiona cuidar de la piel que cabe en la palma de mi mano,
pintada de arena, satinada por la lluvia solitaria,
aquella que quiere creerse capaz de dar otro paso adelante,
en el camino curvilíneo hacia el punto de fuga.

Doy gracias al rojinegro punto que nos mantiene vivos,
y agradezco al vaivén de los ciclos sempiternos,
por encontrarnos en este salvaje espacio-tiempo,
y permitirnos abrazarnos en la estación que nos vio nacer de nuevo.

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