De la vida a puertas de los 30



Ya pasó el tiempo en el que te forjaste tu propia manera de ver al mundo. Picaste en cada uno de los lugares en los que pudiste y acumulaste estandartes, etiquetas, moldes, ídolos que respondían a varios contextos en los que te interesaste. Te preocupaste fervientemente en no parecer alguien de izquierdas, ni tampoco de derechas, trataste de tener una visión holística de un todo social, filosófico, existencial y porque no, espiritual.

Pero de una manera u otra, termina por llegar ese momento en el que aquello a lo que llamamos tan libremente vida, te pide algo de pragmatismo y socialmente se nos comienza a pedir que produzcamos algo útil, algo que pueda ser mostrado en números de la cuenta de un banco, que denote que valemos para algo.

Llega ese momento en el que te debes enfrentar a la sociedad, y en el cuál te son encargadas todas aquellas responsabilidades que siempre evitaste. Se hace necesario competir en una sociedad que rehúsa a cooperar consigo misma y que actúa como una selva caótica, en el que la competitividad es la norma y en el que «cooperación» es un término irrisorio y descafeinado que sólo un couch pataclawnesco podría usar en su léxico común.

Llega ese momento inevitable en el que abres el placard y te pones el disfraz de oveja blanca y todo lo que te prometiste a ti mismo no ser, lo vas negociando por un sueldo, estabilidad económica o sexo. Y automáticamente ganas dos kilos, se te despeja la frente, tus arrugas se cavan a si mismas y te conviertes en una amarga caricatura de ti.

Te has fallado de tal manera, que puedes sentir a ese niño interior mirarte con decepción absoluta mientras vas aprendiendo las toscas lecciones de una realidad que no te tiene en cuenta. Comienzas a tratar de entender las reglas humanas de comunicación, y sientes tanta seguridad en las estupideces que escuchas diariamente, que no te queda otra que aprender a seguirles un poco el juego.

Aprendes valores tan apreciados como la responsabilidad, confiabilidad, tolerancia al trabajo bajo presión, confianza en ti mismo y sobretodo el suntuoso arte de tener un palo de escoba metido dentro del culo mientras lo llevas con orgullo.

Y entras a ese mundo en el que te vendes como lo que aún no tienes, comienzas a adquirir un acento a prozac norteño, y sorpresivamente te oyes hablar a ti mismo de economía doméstica como si fueras un erudito de las matemáticas vorticiales.

Y así, "Tatúate en la piel lo que prometas" como dice la canción, termina volviéndose una frase de advertencia que trata de escribirse a si misma cada vez con menos tinta. Tus ganas de cambiar al mundo no se han ido, siguen intactas porque los motivos que las encienden aún continúan existiendo. Pero, aquellas personas con las que algún día veías el mismo paisaje lánguido y esbozado con lápices de colores, han decidido irse a imprimir con impresora láser otros sueños en CMYK. Y te sientes solo de nuevo, pero esta vez no es como la soledad pataletosa del adolescente, sino como una soledad que se te roba el alma a suspiros.

Ves ganadores por todos lados. Gente que de verdad admiras por hacer parecer fácil el acto de ganar, de conseguir todos sus sueños. Y echas de menos el que no compartan los tuyos; pero solo cuentas contigo en esto de soñar en grande.

Pero nadie dijo que vivir y aprender iba a ser sencillo. Sí tuviera que aportar algo, ese sería un manual de instrucciones con todos los posibles obstáculos que todo buen constructor sorteará para alcanzar a construir un mejor mundo.

Aprenderás de las injusticias y de las miles de maneras de justificarlas. Aprenderás a enojarte por todo, pero luego dosificarás el enojo solo para las cosas que requieren de tu total atención. Tendrás que aprender a ganar, y de perderle el miedo al perder; porque es justo ahí donde creces. Tendrás que aprender a devolver lo que te dan cuando son injustos contigo, solo para hacerles saber que eres un ser humano al que le corre sangre por las venas. Tendrás que aprender a dar lo mas que se pueda en la medida en que no te hundan. Tendrás que aprender a flotar de entre el fango mientras levantas tu cuerpo insalubre y lleno de sustancias rancias. Y entenderás que aprender a estas alturas cuesta mucho mas que antes, pero que aprender ahora tiene mas sentido que nunca.

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